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Cuervo Sangriento

Cuervo Sangriento es la forma corrupta del personaje Arpía de Diablo I y aparece como un monstruo súper único en el cementerio de las llanuras frías en Diablo II. Debe morir como parte de la búsqueda , que te ha asignado Kashya.

Cuervo Sangriento

En vida, Cuervo Sangriento era una capitana de las arpías en la lucha contra Diablo en Tristram. Akara explica que ella sintió como Cuervo Sangriento trajo una mala influencia de vuelta con ella, y que finalmente llevó a la corrupción de Cuervo Sangriento a manos de de Andariel. Tanto Charsi y Kashya se hacen eco de esta declaración, y expresa que a pesar de que ambas eran amigas cercanas a Cuervo Sangriento, debe ser destruida para evitar que la corrupción vaya a más. Kashya la considera una no-muerto, aunque se la considera un demonio en el juego.

Cuervo Sangriento antes de Corromperse

Cuervo Sangriento utiliza ataques a distancia encantando flechas de fuego. Es muy ágil, prefiere mantenerse a distancia, y rara vez se mantendrá en un mismo lugar por mucho tiempo. Cuervo Sangriento también puede convocar a los muertos hambrientos en su ayuda. Cuando muere, lanza varios haces de rayos que matan a cualquier No-Muerto cerca de su cadáver.

Habilidades[editar | editar código]

  • Flecha de fuego.
  • Puede invocar muertos hambrientos.
  • Sus flechas normales ocasionalmente hacen daño elemental aleatorio.
  • Algunas veces utiliza en un unico objetivo amplificación de daños en los jugadores.

Frases[editar | editar código]

  • "Mi ejercito te matará"
  • "Únete ami ejército de muertos"
  • "La matriarca Andariel te matará" (eliminada)

Muerte[editar | editar código]

Blood Raven Soul.JPG

El alma de Cuervo Sangriento en el momento de su muerte.

Fragmento de lore[editar | editar código]

Blizzard North escribió algunos fragmentos con más transfondo de los personajes de Diablo II. Estos fragmentos ya no son canon pero fueron la inspiración para la historia tras algunos enemigos y personajes del juego en el momento del desarrollo.

La caída de Cuervo Sangriento

Cuando las Hermanas del Ojo Ciego que habían luchado contra Diablo bajo Tristán volvieron, celebraron su victoria. Habían luchado ferozmente, y habían ganado en fuerza y destreza considerablemente. Animadas por su triunfo, algunas pensaron que había llegado el momento de que la Orden se elevara más allá de las estrictas tradiciones del Ojo Ciego. Sus horizontes, al parecer, se estaban expandiendo como nunca antes hacia nuevos reinos de posibilidades.

Una tal Cuervo Sangriento, quizá la mayor veterana de aquellas batallas, obtuvo permiso para establecer una asamblea formal que desarrollaría una nueva escuela. Esta institución estudiaría las artes místicas de la hechicería y la alquimia para aumentar su poder físico y espiritual. Se habían aprendido muchas cosas en las pruebas contra las fuerzas demoníacas. Habían adquirido antiguos y poderosos artefactos, que insinuaban poderes aún no descubiertos. Los tomos y pergaminos místicos revelaban potentes energías nunca antes conocidas. Las Hermanas estaban decididas a aprovechar estas cosas y utilizarlas para promover la causa de la Hermandad.

La nueva asamblea desarrolló rápidamente técnicas revolucionarias para mejorar sus habilidades en el combate. Aprendieron a profundizar en su centro espiritual para aprovechar las poderosas energías que podían concentrarse en la velocidad y el poder físicos. Formularon elixires y pociones para aumentar sus percepciones y fortalecer sus cuerpos. Descubrieron rituales arcanos que podían utilizar para protegerse en la batalla e invocar espíritus terribles en su ayuda.

Algunos miembros de la Orden estaban preocupados por estos "avances". Temían que la asamblea avanzara demasiado rápido y que algo tan poderoso no pudiera ser controlado del todo. Pidieron a Cuervo Sangriento que ralentizara el ritmo de la empresa, para que pudieran comprender mejor las cosas que estaban provocando. Cuervo Sangriento era una mujer orgullosa y poderosa, y se sintió ilusionada y tentada por las cosas que había vislumbrado; pero su respeto por los ancianos de la Orden tuvo más peso y accedió a sus advertencias.

Entonces, Cuervo Sangriento recibió una visión. En su sueño, la propia Matrona del Ojo Ciego se le apareció y le dijo que no debía tener miedo. Le prometió que una nueva era había llegado a la Hermandad, y que no debían perder tiempo en prepararse para las grandes pruebas. Había un encantamiento, dijo, que le permitiría guiar a su pueblo directamente. La Asamblea iba a ser la nueva voz del Ojo, y otorgaría grandes dones a sus hijas. El Ojo reveló a Cuervo Sangriento una visión de un gran Enemigo que empezaba a actuar contra su pueblo. Había que hacer grandes sacrificios, pero la Hermandad saldría triunfante, pero sólo si el Ojo era desvelado.

Cuervo Sangriento y la Asamblea decidieron que el Ojo, por encima de todo, debía ser atendido. Se movieron en secreto porque sabían que el resto de la Hermandad no estaba preparada para la responsabilidad que se les otorgaba. El encantamiento era una larga prueba que implicaba muchos rituales en secuencia. Exigía que las Hermanas captaran sus miedos y odios más profundos y los convirtieran en poder puro para usarlo contra las fuerzas del mal que se acercaba. Había muchas mediaciones y pociones que prometían fortalecer y alterar sus cuerpos como nunca antes.

Cuando se realizó el ritual final, las hermanas se transformaron por completo. Su Reina se les apareció con el rostro de una gran y poderosa mujer, era una visión gloriosa y la nueva Hermandad alabó la llegada final de su bendita Madre. La Reina les dijo que el tiempo de la ceguera había terminado, un nuevo reino estaba comenzando que traería gran aflicción y angustia a sus enemigos. Su nombre sería ahora Andariel, Reina de la Venganza, y su último regalo, el poder de la Verdadera Vista. De repente, a Cuervo Sangriento y a sus Hermanas les pareció que sus párpados se abrían por fin a la verdad. Todo les fue revelado por fin, y el enemigo era claramente visible. Sus miedos y dudas las abandonaron en un instante, y sólo les quedó la feroz certeza de que la sangre de sus enemigos debía correr libremente.

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