Retaíla dedicada. Hace ya 12 añitos del primer vicio al Diablo I y II. Comienzan los muertos levantándose envueltos en llamas,
Siento la piel adherirse a las heladas lápidas.
En la lejanía, se adueñan de la confusión los aullidos
El sol se pone a las puertas del infierno,
Precediendo al crepúsculo en esta noche de invierno.
El parénquima por los cuerpos resbalando
De las criptas murciélagos huyendo.
Los omnipresentes me dirigen sus vacías cuencas,
Me señalan con sus falanges entre las tinieblas.
Los árboles exudan ámbar estupefactos.
Calla la espesura y arrecian los silbidos,
El viento enloquece desesperado y frígido.
El lago pantanoso exhala hasta su último hálito.
No existe la soledad en este submundo
En lo alto percibo una forma alada,
Sobre el sepulcro encuentro su mirada.
La evito, la dirijo al suelo plagado de larvas,
Extiende sus alas y comienza a emitir diabólicas plegarias.
Me invade el horror y una poderosa aversión,
La desesperación se adueña de su deprecación,
Una súplica en lenguaje infrahumano.
Entonces despierto en un grito encogido
Abrumándome el estruendo de los truenos
Ofuscado por cegadores relámpagos.
La demencia se apodera de mis facultades
Sólo vienen a mi mente imágenes brutales.
Una panorámica en líquidos matices rojos.
Zarpas desplazándose por un sendero de huesos,
Paredes y techos de cavernas ocultas por capas de cráneos
Cuerpos empalados en largos charcos desangrándose
Cuadrúpedos por el verde fango nauseabundo arrastrándose
Tótems embrujados de cabezas vivientes
Por los pies reptan silenciosas en su veneno serpientes.
A lo lejos, sombríos peñascos elevados
Unidos al cielo, diferenciados por incendios;
Susurros al unísono apelando a demonios en oraciones;
Millones de insectos saliendo de enjambres.